UN AÑO CON SABOR A MIEL
¿Te gusta la miel? Es para chuparse los dedos, además de los múltiples beneficios que reporta. A veces me quedo con la boca abierta pensando en la forma cómo las abejas procesan la miel: absorben con su lengua el néctar de las flores, lo introducen en su buche y a volar se ha dicho hacia la colmena. Allí, en la colmena, entregan el néctar a las obreras más jóvenes y salen de nuevo a buscar más néctar en las flores.
Una vez recibido el néctar, las abejas que se encuentran en la colmena empiezan a trabajar para transformarlo en miel. La gran cantidad de abejas jóvenes se pasan el néctar y lo enriquecen con encimas que ellas mismas van segregando; hasta de noche siguen trabajando, mientras algunas descansan. Cuando ya la miel está lista para ser guardada sellan la celda con una capa de cera y ahí puede durar hasta años ese producto misterioso y vivificante que es la miel.
Te propongo hacer que este año sea de sabor a miel, laborioso y dulce. La violencia se ha incrementado de tal forma, tanto en nuestro país como fuera de él, que apenas causan impacto las noticias de guerras, atentados, asesinatos y catástrofes de cualquier género. La armonía y amabilidad, personal y social, parece estar en crisis. Nos falta miel.
El hombre y la mujer del siglo XXI, que han estudiado o tal vez vivido las experiencias de las guerras mundiales y de un continuado atentado a la paz, apenas ven en la violencia un crimen contra la fraternidad y relación pacífica entre los seres humanos. Más aún, parecen considerar los conflictos como el camino normal para la solución de los problemas.
La educación ha logrado convertirse en ciencia pujante, con infinidad de aportes suministrados por la sicología y otras ciencias afines. Desde el punto de vista práctico, sin embargo, sus esfuerzos no han llegado a calar en la humanidad hasta lograr su “humanización”, de lo cual el permanente sistema de violencia es su más patente manifestación.
Los niños y niñas son educados naturalmente a la venganza, que se expresa a través de la agresión, incluso física, hasta el punto de ser considerado cobarde quien no responda mal por mal. La amabilidad y la gentileza se han escapado de las aulas.
La ley del talión, codificación de la venganza primitiva, tiene plena vigencia todavía. El hombre y la mujer contemporáneos consideran valedero el “ojo por ojo y diente por diente” y, aunque no siempre lo realicen materialmente, lo manifiestan abiertamente a través de agresiones y formas descorteces de trato que, no pocas veces, se expresan también a través de la violencia física y moral.
La familia, lugar de expresión más profunda del amor, se encuentra también bombardeada por la violencia que se respira a nivel general. Son comparativamente pocas las familias que disfrutan de armonía: muchas se debaten entre la vida y la muerte. No es raro que los mismos esposos sean protagonistas de peleas, discusiones y ofensas mutuas, que con frecuencia concluyen en la separación, con el consiguiente desajuste a nivel emocional, tanto en ellos, como en sus hijos.
Los lugares de trabajo, talleres, empresas, oficinas, comercios, mercados son escenarios de esta desarmonía, incluso del aprovechamiento opresor de quien se considera con mayor poder sobre el otro. No son pocas las mujeres jóvenes que se quejan, por ejemplo, de que sus jefes las acosan sexualmente, viéndose ellas, muchas veces por debilidad o por necesidad, en la obligación de acceder a sus solicitudes.
El cine, la televisión, el internet, la radio y los medios de comunicación en general, son escuela de descortesía y violencia. Añádasele a esto algunos “deportes” que, como el boxeo y la lucha libre, encuentran en el público entusiasta acogida y cuya finalidad no es otra que aprovechar comercialmente los instintos salvajes del ser humano, que se expresan a través de la agresión, la venganza y el predominio de la fuerza bruta sobre la razón.
Necesitamos un chin de miel para superar esta etapa primitiva. Parece mentira que mientras vivimos la edad de las conquistas espaciales, la globalidad y el desarrollo técnico y científico no hayamos logrado todavía conquistar un grado de humanidad y trato cortés tal que nos permita vivir y trabajar en armonía como las abejas.
Estamos necesitando gestos de amabilidad, de paz y no de violencia. Aprender a saludar amablemente y sonreír a nuestros semejantes. Considerar como un deber de conciencia el ser justos y compartir con los que nos rodean: poner a circular nuestros bienes y valores para beneficio de toda la humanidad.
Necesitamos un nuevo lenguaje con sabor a miel; palabras amables y de paz, no de violencia. El lenguaje utilizado por gran parte del pueblo está lleno de expresiones cargadas de agresividad: “Te voy a cortar la cabeza”, “ojalá se muera”, “loco viejo”…y otras muchas indelicadezas no publicables. La palabra es el puente principal de la comunicación y este puente se rompe cuando no hay amabilidad.
Recurrir a la violencia física o moral es la señal más clara del fracaso de la humanidad: es optar por la etapa salvaje y primitiva en la que la razón no tiene espacio.
San Francisco de Sales, el obispo ginebrino del siglo XVII, que sirvió de inspiración al sistema educativo de Don Bosco, fue quien acuñó la expresión: “Se cazan más moscas con un CHIN DE MIEL que con un barril de vinagre”. Su fiesta se celebra el 24 de enero y la de Don Bosco el 31 de este mismo mes.
Con esta expresión San Francisco de Sales indicaba que una palabra respetuosa, bondadosa y amable es capaz de resolver más fácilmente los problemas que los gritos y peleas.
Esto necesita hoy la humanidad, imitando a las abejas: desechar el vinagre, la pelea, las guerras, las armas, la violencia, la agresividad, para darles a gustar a los demás UN CHIN DE MIEL.
P. Luis Rosario