Su Nombre por Eva Baquero H.

enero 3, 2022

Quizás pocos lo saben, pero cada 3 de enero la Iglesia celebra el día del Santísimo Nombre de Jesús: “Este es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”, decía san Bernardino de Siena.

Cada uno de nosotros tiene un nombre que nos asignaron desde que nacimos y ese nombre dice mucho de quienes somos o seremos, en nuestra manera de vivir y de actuar. Por un tema de tradición, algunos llevamos los nombres de padres, abuelos o tíos, como forma de honrar su memoria y con la esperanza de reproducir en nuestra vida aquello que provocaba admiración y respeto a quienes nos lo pusieron. Esta herencia la llevamos con orgullo y, hasta cierto punto, con compromiso. Un nombre tiene siempre una historia y es posible que una persona se identifique con el destino de ese nombre. Desde el día en que fuimos bautizados en el nombre de Jesús, cada uno de nosotros lleva también esa impronta: revestirnos de Él hasta ser uno con Él. (Gal 3, 26-29). Nuestra identidad está ligada para siempre con la identidad de Jesús: somos hijos del mismo Padre, miembros de su Cuerpo y parte de su familia.

En el nombre de Jesús, se han cometido graves delitos y se ha hecho mucho daño a lo largo de la historia, pero también, en su nombre, se han realizado los actos más heroicos de amor y sacrificio extremos, hasta el desprendimiento de la propia vida de la forma más radical y absoluta. Los mártires de ayer y de hoy son testimonio de ello.

Existen innumerables gracias y favores que se obtienen de este Santísimo Nombre, aquí te presento solo algunos:

• Es nuestra salvación: “Le pondrás por nombre Jesús, porque Él va a salvar a los pueblos de sus pecados”. (Mt 1,21) “Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos”. (Hch 4,12) El origen del nombre Jesús viene de arameo yeshosúa que significa: “Dios nos salva”. No usemos nunca el nombre de Jesús para hablar de venganza o de ira; su nombre es salvación, misericordia, ternura y perdón. Cuando sientas que las fuerzas se te acaban, que te arropa la oscuridad o que el pecado te domina, su nombre, pronunciado desde lo más hondo, te salvará y restaurará, ¡no lo dudes!

• Es descanso para el alma: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar”. (Mt 11, 28) El nombre de Jesús, invocado con confianza y cariño, brinda paz, consuelo, fortaleza y esperanza en tiempos de angustia, soledad e incertidumbre. No hay nada en este mundo capaz de calmar las aguas turbulentas del alma y traer descanso de las pesadas cargas de la vida, como repetir continuamente y de corazón el dulce nombre de Jesús.

• Trae gozo al corazón: “Todo lo que pidan en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. (Jn 14,13) “Hasta ahora nada han pedido en mi nombre; pidan y recibirán, para que su gozo sea completo”. (Jn 16,24) En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia para esta vida y para la eternidad. Él nos invita a pedir en su nombre todo lo que necesitamos, prometiendo asistirnos y llenarnos de alegría. Pide en nombre de Jesús por tus hijos, tu trabajo, tu salud, tus heridas, tus finanzas y tus preocupaciones y hallarás gozo en medio de las dificultades. 

• Tiene poder para sanar: “En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien”. (Mc 16, 17-18). El nombre de Jesús es capaz de obrar grandes milagros, no solo de sanarnos físicamente, sino también de liberarnos de aquellas enfermedades que son imperceptibles a la vista, pero que suelen ser más dolorosas y difíciles de erradicar: miedo, soledad, baja autoestima, depresión, ansiedad, culpa. Cualquier perturbación o “demonio” que esté atacando tu vida en este momento, puede ser echado fuera, en el Nombre que está sobre todo nombre: Jesús. 

• Nos capacita para hacer el bien: “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios Padre.” (Col 3,17) Cuando san Pablo invita a los Colosenses a revestirse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose y perdonándose unos a otros, les pide que lo hagan en el nombre del Señor Jesús. Él sabía perfectamente que solo Jesús puede animar nuestros actos de generosidad y ayudarnos a alcanzar las virtudes que necesitamos para obrar conforme a su voluntad.

• Glorificamos al Padre: “Al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»” (Fil. 2, 10-11). Cada vez que decimos: “Jesús”, es un acto de perfecto amor, por el cual ofrecemos a Dios el infinito amor de Jesús. El Padre es glorificado cada vez que reconocemos el señorío de su Hijo y le amamos con todo el corazón.

Termino esta reflexión compartiendo esta hermosa oración que nos regaló ese gran promotor de la devoción al santísimo nombre de Jesús, san Bernardino de Siena:

“¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los atribulados y tentados se robustecen, y se sienten gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos, crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas contemplativas se extasían; por ti, en definitiva, todos los bienaventurados del cielo son glorificados. Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros reinemos con ellos por la fuerza de tu santísimo nombre.” Amén.

-Eva Baquero H.

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