La mujer en la Iglesia Católica

junio 25, 2018

LA MUJER EN LA IGLESIA CATÓLICA

/// «Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril» Con estas palabras hablaba a la conciencia el papa Francisco, en el Ángelus pronunciado el día Internacional de la Mujer mientras destacaba que nosotras las mujeres no solo llevamos la vida, sino que transmitimos la capacidad de ver más allá, de entender el mundo con distintos ojos, de escuchar las cosas con un corazón más creativo, más paciente, más tierno.

Ciertamente hemos visto cómo en las últimas décadas, en paralelo con otras transformaciones culturales y sociales, nuestro papel en la familia, en la sociedad y en la iglesia ha ido cambiando. El mismo papa ha señalado en varias ocasiones cómo nuestra participación y responsabilidad han ido aumentado.

Hablemos de esto ¿Qué hemos de esperar?¿Cuándo se superará el machismo del que muchos sectores acusan a la iglesia? ¿Hasta dónde llegaremos las mujeres? ¿Tendremos límites? ¿Ha llegado la hora de repensar eso de que las mujeres no pueden ser sacerdotes, como nos está demandando el mundo? ¿Cuál es el rol de la Mujer en la iglesia Católica?

¿iglesia machista?
Sociedad machista
A la iglesia nada de lo humano le es ajeno, porque está formada por seres humanos. La iglesia somos todos, no solo el papa, o los obispos y sacerdotes ¡Somos todos! Entonces, si la iglesia está formada por sujetos que son parte activa de la sociedad, es natural que las características de la sociedad se vean presentes en la vida de la iglesia.

Entonces, no estamos hablando de una iglesia que ha hecho a la sociedad machista, sino que ha venido de una sociedad machista cuyos actores son también miembros de la iglesia.

Feminismo
Así como el movimiento feminista inicia con la modernidad y se consolida sobre todo con el movimiento reivindicativo de la igualdad de los derechos civiles, el movimiento cristiano de emancipación femenina tiene sus raíces mucho más antiguas.

• Inicia con una joven de Nazaret, quien dijo que sí a la más inimaginable misión que se podía entregar a un ser humano (¡gestar a Dios!) dispuesta a morir apedreada por lo que establecía la ley de la época.
• Se destaca también una mujer romana, Lidia, que –en contra de todas las convenciones sociales– decidió abrir la puerta a un extranjero, el apóstol Pablo.
• Ha continuado con numerosas mujeres que han vencido las exigencias de la sociedad para seguir su corazón. Así tenemos a una Santa Clara que escapó de casa para entrar a un convento modelando el carisma franciscano sobre las exigencias de una feminidad de nuevo encontrada en unión con Cristo y traducidas en «privilegio de la pobreza»
• Madre Teresa de Calcuta, una de tantas mujeres que con valentía y audacia han abrazado una misión y han entregado sus vidas empeñadas en importantes tareas sociales.

La trampa de la ideología de género

Sin embargo, el feminismo radical, nos está arrastrando a las mujeres de hoy hacia una profunda trampa. Nos quieren hacer creer que para ser verdaderamente libres tenemos que ser iguales en todo a los hombres.

Discutamos esto: Si enfocamos todas nuestras energías en ser como los hombres, ¿quién ocupará nuestro lugar? Las mujeres tenemos un rol, no solo en la iglesia, si no en la sociedad, sobretodo en la familia. El gran reto que tenemos las mujeres cristianas – con todo el ruido que tenemos alrededor- es encontrar la riqueza de la complementariedad, y celebrar nuestro «ser mujer».

Hombre y Mujer: Semejantes a Dios – Semejantes uno del otro
Hemos sido creados hombre y mujer. A imagen y semejanza de Dios. No somos iguales: somos semejantes. Cada uno tiene características únicas que aportar.

Somos ambos semejantes a Dios, por lo tanto somos semejantes uno con el otro. Así hemos sido creados: distintos y semejantes. No iguales.

Misma dignidad y derechos sociales
Definitivamente el respeto a los derechos de la mujer es esencial para una sociedad más madura, y la iglesia no puede menos que hacer suyo este objetivo. Documentos como la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, y los numerosos discursos del papa Benedicto XVI y papa Francisco dan cuenta de la seriedad con la que la iglesia ha reflexionado acerca de este tema.

Sin embargo, algunos sectores siguen insatisfechos sobre la posición de la iglesia de manera particular cuando no sabemos distinguir entre los derechos humanos y civiles de la persona y los derechos, deberes, ministerios y funciones que los fieles tienen o desempeñan en el seno de la iglesia.

¿Ministerio Sacerdotal para la Mujer? ¿Qué haría Jesús?

Es aquí donde algunos demandan: «¡La iglesia debe permitir el ministerio sacerdotal de la mujer!» Y yo respondo con una pregunta ¿Qué hizo Jesús? Si Jesús hubiera querido mujeres como sacerdotes, ¡las habría instituido! El Señor instituyó el colegio de los apóstoles escogiendo a doce varones. Ciertamente tenía entre sus discípulos muchas mujeres, algunas incluso más fieles y activas que los apóstoles, pero no las llamó al ministerio sacerdotal. ¿Por qué?

Aquí muchos de ustedes estarán pensando «¡Ah no! Jesús no eligió mujeres por las costumbres de la época» Discutamos esto también: ¿Jesús era preso de las costumbres de su época? ¡no creo!

«El modo de obrar de Cristo, el Evangelio de sus obras y de sus Palabras, es una coherente protesta contra lo que ofende a la dignidad de la mujer».
(Mulieris Dignitatem15)

Quienes piensan que Cristo se dejaba influir por el ambiente, muestran, además de cierta irreverencia, un desconocimiento de la persona de Jesús. Los Evangelios dan testimonio más que suficiente de la superioridad de nuestro Señor sobre los condicionamientos externos.

La actitud de Jesús hacia la mujer, chocaba con la sociedad judía de entonces. A tal punto que hasta los mismos apóstoles hacían «corto circuito mental» (Jn 4,27) al ver cómo se portaba. Hablamos de un Jesús que:
• Conversa públicamente con la samaritana (cf. Jn 4,27)
• No toma en cuenta la impureza legal de la hemorroísa (cf. Mt 9,20-22)
• Deja que una pecadora se le acerque en casa de Simón el fariseo e incluso que lo toque para lavarle los pies (cf. Lc 7,37)
• Perdona a la adúltera, mostrando de este modo que no se puede ser más severo con el pecado de la mujer que con el del hombre (cf. Jn 8,11)
• Toma distancia de la ley mosaica para afirmar la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer respecto del vínculo matrimonial (cf. Mt 19,3-9; Mc 10,2-11).
• Se hace acompañar y sostener en su ministerio itinerante por mujeres (cf. Lc 8,2-3)
• Les encarga el primer mensaje pascual, incluso avisa a «Los Once» su Resurrección por medio de ellas (cf. Mt 28,7-10 y paralelos).

Esta libertad de espíritu y esta toma de distancia son evidentes para mostrar que si Jesucristo quería la ordenación ministerial de las mujeres, los usos de su pueblo no representaban un obstáculo para él.

La iglesia no puede ser infiel a la voluntad de Jesús. Aun cuando hubiese una opinión mayoritaria reclamando algo (aunque este no es el caso), la iglesia no puede buscar ser creída o aceptada a fuerza de dejar de ser lo que es.

La mujer en el ministerio de Jesús y en el principio de la iglesia
Ahora bien, aunque Jesús no escogió mujeres para el ministerio sacerdotal, es innegable el rol de la mujer en la obra de Cristo que es perpetuada en su iglesia.

Además de las ya mencionadas, hablemos de la profetisa Ana (Lc 2,36-38), la mujer siro-fenicia (Mc 7,24-30)… y de las protagonistas de sus enseñanzas en las parábolas:
• La mujer que hace el pan (Mt 13, 33)
• La mujer que pierde la dracma (Lc 15, 8-10)
• La viuda inoportuna ante el juez (Lc 18, 1-8).

El papa Benedicto XVI nos conduce a que en todo argumento sobre el singular rol de la mujer en la iglesia, la más significativa siempre será en primer lugar la Virgen María, «que con su fe y su obra maternal colaboró de manera única en nuestra redención, hasta el punto de que Isabel pudo llamarla “bendita entre las mujeres”» (Lc 1,42), añadiendo: «feliz la que ha creído» (Lc 1,45). Convertida en discípula del Hijo, María manifestó en Caná la confianza total en él (Jn 2,5) y le siguió hasta los pies de la Cruz, donde recibió de él una misión maternal para todos sus discípulos de todos los tiempos, representados por Juan (Jn 19, 25-27).

El amado papa Benedicto XVI al reflexionar sobre este tema, destaca en particular la Magdalena, «que no sólo estuvo presente en la Pasión, sino que se convirtió también en la primera testigo y anunciadora del Resucitado». A ella Santo Tomás de Aquino le llama con admiración «apóstola de los apóstoles» («apostolorum apostola»), y comenta sobre su misión: «Así como una mujer había anunciado al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer fue la primera en anunciar a los apóstoles palabras de vida» («Super Ioannem», editorial Cai, § 2519).

Las mujeres al pie de la cruz, son con frecuencia llamadas «las piadosas mujeres», pero son mucho más que eso… Padre Rainiero Cantalamessa no en vano las llama  «¡Madres Coraje!; son las únicas que no se escandalizaron de Jesús».

Reflexiona en esto: ¿Por qué las mujeres resistieron al escándalo de la cruz? ¿Cómo pudieron quedarse cerca cuando todo parecía acabado?

Encontraremos la respuesta en el Amor. Siguieron a Jesús por Él mismo, por gratitud, como dice de nuevo el P. Cantalamessa «no por la esperanza de hacer carrera»; le seguían para servirle; «eran las únicas, después de María, su Madre, en haber asimilado el espíritu del Evangelio. Habían seguido las razones del corazón y éstas no les habían engañado».

La mujer es evangelizadora 

Hay un chiste que dice que si Jesús se hubiera aparecido a los hombres en primer lugar, en lugar de las mujeres ¡nunca se hubiera enterado toda la Comunidad!

Por eso Jesús le confía primero a las mujeres el anuncio pascual (¡No es por chisme!) Realmente la mujer tiene un carisma especial para anunciar la fe, lo que experimenta, lo cree e inmediatamente lo comparte. Las mujeres no podemos quedarnos con una alegría solo para nosotras. Esas mujeres descubren que Jesús está vivo, salen corriendo ¡llenas de esperanza!

¡Esta sigue siendo nuestra misión hoy! Por eso con frecuencia el papa Francisco elogia  «la misión bella de las mujeres, madres y abuelas que llevan ese testimonio a los hijos y nietos».

«Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón». papa Francisco

La Mujer en la iglesia hoy

Nuestro rol en la iglesia de hoy no es distinto al de estas mujeres discípulas de Jesús. Nuestra satisfacción con nuestro papel en la iglesia estará sujeto al ideal al que aspiramos. Si lo que soñamos es con «hacer carrera» hasta alcanzar el trono de gobierno, entonces nuestra mirada está puesta aún en los roles terrenales… allí no está el mayor esplendor del servicio a Dios y a la iglesia.

En la iglesia, el ministerio sacerdotal es un servicio al pueblo de Dios, no es un asunto de aristocracia. Es profundamente abundante la documentación de la iglesia que destaca la importancia del servicio de los laicos –hombres y mujeres- en la construcción del reino de Dios. Debemos cuidarnos de contaminarnos del clericalismo (a tal punto de considerarlo como un derecho de todos, y no como un llamado al servicio para algunos), considerándolo como superior, como pasó en el pueblo judío con el fariseísmo y el saduceísmo.

No perdamos de vista que los más grandes en el Reino de los Cielos no son los ministros sino los santos, y a esa santidad estamos todos y cada uno de nosotros convocados, independiente de nuestro sexo.

¿Que si debe haber un cambio en la forma en que la iglesia le permite a la mujer participar? Sin duda sí… en algunas Iglesias más que en otras.  Debemos vencer el extremo machismo, así como el racismo, el clasismo y todo aquello que nos aparte del Modelo de Jesús.

Nuestro servicio a Dios como mujeres, es singular, si nosotras renunciamos a él (buscando hacer el de otros), la iglesia se quedará sin la riqueza de lo que San Juan Pablo II tantas veces llamó el genio femenino.

Por genio femenino JPII se refería a los dones específicamente femeninos –intuición, comprensión, objetividad de juicio, compasión, dulzura, sensibilidad, generosidad y constancia.– que se manifiestan en todos los pueblos. Éstos dones son manifestación del Espíritu, don de Dios para realizar la vocación de asegurar la sensibilidad de la humanidad.

El genio femenino es la condición para una profunda trasformación de la civilización actual. No estamos hablando de dones extraordinarios que se evidencian en mujeres extraordinarias, sino de dones vividos por mujeres simples que los encarnan en la vivencia de lo cotidiano.

Nuestra misión hoy es estar presente – como pide el papa Francisco- de forma cada vez más capilar e incisiva, como Evangelizadoras y aportando este genio a la iglesia, a la familia y a la sociedad.

• Mujer madre: que somos sonrisa de Dios para nuestros hijos

• Mujer esposa: al servicio de la comunión y de la vida.

• Mujer hija, Mujer hermana: que aporta al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de nuestro genio

• Mujer trabajadora: capaces de conciliar razón y sentimiento, de edificar estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

• Mujer consagrada: que con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayuda a la iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios

(Adaptado de la Carta a las Mujeres de JPII)

Nosotras somos el corazón de la familia… Somos el corazón de la iglesia

¡Somos el corazón del Mundo!

Una última exhortación

Nos toca a nosotras no caer en la trampa de la mundanidad que tanto advierte el papa Francisco. ¡Nos toca a nosotras! Pidamos al Señor en oración, la gracia del discernimiento para conciliar familia, trabajo y servicio a la iglesia. Siendo conscientes de que en cada uno de ellos damos Gloria a Dios.

Nuestra sociedad, la civilización de hoy, necesita corazón para que la humanidad pueda sobrevivir. De ahí es que brota el genuino gemido que demanda dar más espacio a la mujer. Necesitamos pasar de la era de la información y el conocimiento (que se traduce en Poder), a la era del Amor (que se traduce en servicio y compasión).

Nosotras tenemos en nuestras manos la difícil tarea de ayudar a salvar la sociedad de la aridez, de la violencia, de las ansias de poder, del desprecio de la vida. ¡Está en nuestras manos!

Nosotras somos la esperanza de un mundo más humano

Nosotras somos la esperanza de una iglesia más humana.

Nosotras somos la esperanza de una iglesia más conforme al corazón de Dios.

Fuente: REVISTA ION CORRIENTE ALTERNA| Edición 23

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