Finanzas para un cristiano por Ernesto Jiménez

septiembre 1, 2023

“De ti proceden las riquezas y la gloria. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y a todo le da consistencia”.

(1 Crónicas 29,12).

Todo lo que existe procede de Dios y como cristianos debemos tener presente que esta afirmación engloba todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo el ámbito financiero. Por tanto, en nuestra relación con el dinero no podemos olvidar que allí también nuestro Señor debe ocupar el centro. Él es quien provee y solo de su mano podremos construir finanzas saludables para provecho nuestro y de nuestras familias.

En ese sentido es importante destacar que Dios, en su inmenso amor, no se limita a crear y proveer recursos; sino que también nos otorga, en su Palabra, las herramientas necesarias para guiar nuestra conducta financiera por buenos caminos. Esto es así porque nuestro Señor Jesucristo, en su infinita sabiduría, sabía que íbamos a necesitar orientación en torno a cómo manejar prudentemente el dinero; por eso Él nos enseña en las Sagradas Escrituras principios elementales sobre el trabajo, las ganancias, el ahorro, los gastos, las deudas, entre otros.

Desde el inicio de las Escrituras, el Señor nos da instrucciones precisas de una de las misiones fundamentales del ser humano: administrar los recursos y animales que Dios creó. En Génesis (1, 28) nos dice: “Manda en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra”, y en el versículo siguiente expresa: “Vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla. Todo ello les servirá de alimento”. Esa responsabilidad que Dios le confirió al hombre, evidentemente, se extiende a nosotros y a nuestros hijos, de ahí que también es muy importante transmitir a ellos los valores que Dios nos otorga en su Palabra.

Con este aspecto bien claro podemos empezar a organizar nuestra vida productiva, pues el Señor nos hizo mayordomos de las posesiones que Él creó (Salmo 8), y por eso es preciso conocer cómo administrar eficientemente las riquezas que el Señor, nuestro Dios, nos da.

En este orden, un elemento básico para empezar a organizarnos financieramente es conocer cuáles son los recursos con los que contamos y cómo los usamos. Es decir, cuánto ganamos y cuánto gastamos. Y aunque parezca obvio, se sorprenderían de la cantidad enorme de cristianos que no tienen consciencia de los gastos en que incurren cotidianamente. Eso explica la cantidad enorme de hermanos que viven endeudados y con problemas económicos.

Una de las maneras más eficientes para saber con qué contamos es crear un PRESUPUESTO (Proverbios 27:23). Y a ver, ¿qué es un presupuesto? Es un documento donde escribimos las cuentas personales o del hogar. Allí anotamos (puede ser en papel o en computadora) los ingresos, ahorros, inversiones y gastos de nosotros como individuos o de nuestra familia. Este es verdaderamente, el primer paso para ordenar nuestras finanzas.

Luego de tener un presupuesto nos daremos cuenta de la magnitud de nuestros ingresos fijos y variables, y observaremos con mayor consciencia nuestros gastos fijos, que son pagos y consumos que permanecen mensualmente (por ejemplo: alquiler de vivienda, energía eléctrica, etc.); y los gastos variables, es decir, pagos y consumos que cambian mensualmente (por ejemplo: alimentación, ropa, entretenimiento, etc.).

En esa partida de gastos es donde debemos detenernos con mayor atención, porque el Señor nos manda a controlar nuestros gastos y a practicar el contentamiento como medio para lograrlo (Filipenses 4, 11); es decir, no debemos gastar más de lo necesario. Por ejemplo, al revisar nuestros gastos variables podemos recortar consumos que no son esenciales y que poco a poco drenan nuestros recursos, como salidas a restaurantes, cine, helados, picaderas, bebidas alcohólicas, fiestas, entre otros.

Además, al revisar estos gastos es fundamental priorizar los más importantes y, de ser necesario, recortar los menos importantes. Si logramos controlar los gastos, que muchas veces ni siquiera detectamos, podremos apartar con mayor facilidad una cantidad de dinero que dedicaremos al AHORRO y al pago de DEUDAS. Y la pregunta que suele surgir de inmediato es: ¿cómo puedo ahorrar si mis recursos son limitados? Respuesta: apartando desde el inicio (preferiblemente luego de organizar sus gastos) una parte de sus ingresos como si ni siquiera los hubiera ganado. Por ejemplo, si usted gana 30 mil pesos al mes, hágase de cuenta que solo gana 27 mil pesos y ahorre 3 mil. A menos que se encuentre en una situación de emergencia, quien vive con 30 mil puede vivir con 27 mil.

El asunto está en entender que el ahorro es un concepto fundamental para la seguridad financiera y el desarrollo. Por eso siempre suelo recomendar que empecemos ahorrando el 10 % de nuestros ingresos. Ese fue el caso del ejemplo anterior, donde hablamos de un ahorro de 3 mil pesos mensuales, los cuales, al final de un año calendario serán 36 mil pesos, que pudieran ser utilizados para saldar deudas o invertir. Y es en la inversión, querido lector, donde el dinero empieza a generar retornos o rendimientos que nos otorgarán mayor nivel de bienestar financiero.

Todo esto y mucho más es posible si le entregamos nuestros proyectos a Dios. Es vital mantenernos siempre fieles a los planes que el Señor tiene para noso- tros y, por supuesto, poner en primer lugar su voluntad y acatar sus mandatos; entendiendo que, así como nos guía hacia la prosperidad, nuestro Señor también nos da instrucciones para aprender a vivir una vida simple (1 Tesalonicenses 4, 11-12) y a cuidarnos de los pecados asociados al dinero, como lo son la avaricia (Lucas 12, 15), el afán desmedido por enriquecerse (Proverbios 28, 22), el engaño (Proverbios 19, 1), la codicia (Salmos 73, 2-3), entre otros.

Si observamos los preceptos de nuestro Padre celestial podremos tener estabilidad y paz, ya que, en su amor eterno nos provee de todas las posibilidades para tener una vida plena, una vida abundante y una vida de salvación como sólo nos la puede otorgar nuestro Señor Jesucristo.

¡Que la paz del Señor esté con todos ustedes!

 

Ernesto Jiménez, Católico y economista

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