EL LLAMADO DENTRO DEL LLAMADO

mayo 1, 2024

Soy madre de cinco hijos, dos en el cielo y tres en la tierra; provengo de una familia de clase modesta, trabajadora y católica. Me crié con mi madre, mi hermano mayor y mi padrastro, quien era de nacionalidad alemana (QPD). 

Mi madre se caracteriza por su tenacidad, valores éticos y morales definidos, así como por el servicio a los demás; su interés por la formación profesional y personal fue constante expresando que solo capacitándose se puede progresar en la vida; de hecho, valoro bastante que se superó y nos sacó adelante junto a mi padrastro, quien también fue clave en mi formación integral. 

Aunque soy bautizada e hice la Primera Comunión y Confirmación acudía a la iglesia por obligación; sin embargo, mi madre nunca ha dejado de orar por mí; de hecho, las madres tienen una fuerza especial debido al amor y dedicación por sus hijos. 

Luego de haberme casado por segunda vez, y tener un hijo de mi primer matrimonio, mi esposo y yo decidimos buscar un bebé. Recuerdo que fueron épocas de muchas pruebas. Teníamos dos negocios quebrados y yo ocupaba una gerencia en el área de mercadeo, con un salario que al menos nos permitía sostener nuestra familia; en ese momento, estábamos muy deprimidos porque nuestro hijo Ian Carlos y yo estuvimos al borde de la muerte, debido a que presenté un cuadro de placenta previa; no obstante y por gracia de Dios, él nació el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, quien se encargó de nuestra recuperación. 

Más adelante, en el año 2011, mi esposo y yo hicimos un retiro llamado “Emaús” que cambió nuestras vidas (allí recibí mi primer llamado). Desde entonces, servía en la mayoría de los retiros y me integré al Ministerio de Amor por la Solidaridad, de la Parroquia San Antonio de Padua. Luego nos casamos por la Iglesia, como una forma de completar los sacramentos y vivir la gracia de participar plenamente al poder recibir la Eucaristía. 

Tiempo más tarde, sirviendo en un retiro, escuché a alguien hablar sobre el aborto y empecé a llorar; me preguntaba por qué lloraba tanto, fui al Santísimo cuestionando a Dios acerca de qué me quería decir. En un momento de oración, una hermana de intercesión expresó: ¨Aquí hay una hermana que abortó y Dios la está perdonando¨, y ahí reconocí que esa persona era yo. Sin darme cuenta, ya estaba de rodillas, pidiendo perdón y sintiendo en mi corazón que Dios me perdonaba y me preparaba para algo grande. 

Años después me propusieron dirigir un proyecto social para brindar acompañamiento psicoemocional a embarazadas en vulnerabilidad. Al principio me negué, sin embargo, el fundador de este apostolado fue muy sabio al decirme que esto era una misión y que Dios cuando llama capacita; y así fue. Desde entonces la oración es un pilar vital y mi relación con Dios no es negociable; además, estudié psicología clínica, social y perinatal y tengo aproximadamente 9 años en este segundo llamado, el cual se ha convertido en parte esencial de mi vida. 

“No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre” (Juan 15, 16).  

Anhelando quedar embarazada nuevamente, tuvimos una pérdida espontánea. Aunque esto nos dolió, continué en mi servicio a Dios; y en oración, en un retiro llamado Felipe, en octubre del 2018, tuve una revelación: “el Señor me mostró a mi esposo y a mí cargando una niña que tenía su carita brillando como el sol, rubia y de ojos verdes. En ese momento, sentí que quedaría embarazada. 

Al decirle a mi hermana Tamara sobre esto, ella lloró de la emoción porque de alguna manera, había recibido también esa revelación. Dios se la comunicó como una confirmación; Él es fiel y real. Anel Marie ya casi cumplirá 5 años, mi niña arcoíris. 

Desde entonces vivo mi vida con un nuevo sentido; he aceptado una serie de llamados que son para edificar y santificarme, como el hecho de escribir en la revista Palanca (del Cursillo de Cristiandad); sirvo junto a mi esposo en el retiro Viñedo de Raquel, para personas que abortaron, y en el Retiro Betania, dirigido a personas viudas, solteras y separadas; todo en servicio y para la gloria de Dios. ¨Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre gritos de alegría¨ (salmo 126, 5). Confíen siempre en Él y Él hará.

– Angy Estévez

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