Por: Padre Rodrigo Hernández
/// En las últimas décadas nos encontramos con innumerables películas y series en las que se plantea como tema de fondo la «rebelión de las máquinas». Ese temor grande que parece que tiene la humanidad de que las máquinas que el hombre crea, y esa inteligencia artificial, se rebelen contra el mismo. Se teme que algo que el ser humano tiene bajo su dominio se convierta en su dominador.
La codependencia a la tecnología
Hay una especie de temor latente a que los hombres nos convirtamos en esclavos de las máquinas y de la tecnología. Y en cierto sentido, ya empieza eso mismo a suceder por una gran dependencia que existe con la tecnología.
Si ahora mismo hubiese un apagón tecnológico, muy probablemente en muchos lugares del mundo, mucha gente tendría que volver a aprender a relacionarse de manera humana con su propia especie. Las relaciones se han virtualizado tanto y se han hecho tan dependientes de las redes sociales que la privacidad, la libertad y el modo de relacionarnos ha cambiado radicalmente.
Ahora parece que lo que no publicamos en las redes es como si realmente no existiera. Podemos caer en la fácil tentación de vivir en la mentira de mostrar lo que no es verdad o estar dando lástima por las distintas situaciones personales que engrandecemos para recibir diferentes reacciones de nuestros «followers» en las redes sociales. Del mismo modo, nos hacemos dependientes de los instrumentos de cocina eléctricos, del aire acondicionado y de un sinnúmero de elementos materiales que se han convertido, en las últimas décadas, no en una ayuda para la vida sino en algo absolutamente necesario y sin lo que no podemos vivir. Esto, en sí mismo no considero que sea ni bueno ni malo. La presencia de la tecnología en nuestras vidas no es una presencia moral, pero sí lo es el uso que le demos.
¿Se está extinguiendo
la humanidad?
No tengo la respuesta a esa pregunta. Pero desde luego, sí está habiendo un cambio de paradigma en lo que a la humanidad se refiere:
1. Nos relacionamos de otra manera.
2. Somos mucho más impacientes en cuanto al envío y recepción de mensajes.
3. Nos saciamos del impulso que provocan en nuestro cerebro las interacciones virtuales de alguien a quien probablemente llevamos varios años sin ver. O con los que no mantenemos ningún tipo de relación verdaderamente humana.
4. Nos refugiamos tras una pantalla, para creernos que estamos en contacto con todo el mundo y darnos cuenta de que cuando esa pantalla se apaga, estamos profundamente solos y con una soledad existencial que nos angustia.
5. Eso nos lleva a volver a encender la pantalla y vivir en un mundo que no es realmente el nuestro.
La presencia de la tecnología
en nuestras vidas no es una presencia moral, pero sí lo es
el uso que le demos.
El lugar
de Dios
Pienso que este miedo a que la tecnología se rebele contra los seres humanos radica en la rebelión de la misma humanidad contra su Creador. Si tiramos del hilo de este argumento, veremos un montón de consecuencias. Cada uno verá las suyas en su propia vida. Pero sobre todo, hay una que me parece vital: hemos ocupado el lugar de Dios en el mundo.
Lo hemos ocupado, aunque dediquemos horas a la semana a alabar y bendecir a Dios. Por mucho que dediquemos tiempo a la oración, acabamos reservándonos lo más concreto de nuestra forma de vivir y relacionarnos. Lo relegamos al dominio de todo lo que nos rodea y, si no lo dominamos -como Dios ha de ser Dios del mundo-, caemos en la tristeza de pensar que nuestra vida no va caminando por la senda que debe caminar.
Máquinas: ¿Amigos o enemigos?
Las máquinas: ¿amigos o enemigos?
En definitiva, lamentablemente hemos relegado la potestad de nuestra libertad a una serie de aparatos que lejos de facilitarnos la vida, cuando el uso que hacemos de ellos no es el correcto, nos la complica aún más. Nos encontramos con gente que sufre porque no le han dado los «like» que esperaba en sus publicaciones o porque determinada persona no tuvo una reacción virtual positiva ante su publicación.
¿Es realmente esto importante? ¿No deberíamos usar la tecnología como una excusa para avanzar verdaderamente en las relaciones humanas y crecer en nuestro sometimiento a Dios para así ser mucho más libres?
Fuente: REVISTA IÓN CORRIENTE ALTERNA |EDICIÓN 27
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Esta en lo cierto Padre