Rescatada por el Amor Misericordioso de Dios

octubre 1, 2024

Nací en el seno de una familia que, aunque creyente, no solía asistir a la iglesia, excepto los días que visitábamos el santuario de la virgen María en la Basílica de Higüey, muy esporádicamente; por lo que, en casa fue muy poco lo que conocí de Dios. No obstante, estudié en un colegio católico, donde gozaba de la dicha de una asignatura llamada religión; así empecé a creer en nuestro Señor Jesucristo, pero mi fe y mi conversión, no eran lo suficientemente fuertes para perseverar en Dios.

Después de crecer, me envolví en un mundo de pecado, totalmente apartada de Dios y por demás, engañada por una persona que me hizo creer que unas prácticas que tenía, eran cosas de Dios, pero realmente era hechicería; y poco a poco, entre falsas alegrías, falsos amigos, supersticiones y muchos engaños, caí en una oscuridad tal que en ese momento mi vida no tenía sentido. Por otro lado, y tristemente, la persona que me encaminó a ese mundo de oscuridad -al darse cuenta de lo que era aquello- se apartó sin alertarme, mientras yo seguía cada vez más envuelta y llena de miedo, sin saber cómo salir de allí.

Me encontraba totalmente manipulada y sugestionada por aquella persona, pero Nuestro Señor Jesucristo, quien deja las 99 ovejas para salir a rescatar la que se ha perdido, empezó a darme señales y a organizar el camino para rescatarme; entre ellas pude identificar que al empezar a participar en actividades en la iglesia, aquella persona, que practica la hechicería y me hacía creer que eran cosas de Dios, un día me dijo una frase que nunca olvidaré: “No me digas que ahora vas a meterte en la iglesia”; en ese momento, mi corazón ardía, inquieto por tan grande contradicción.

Estaba muy atada y totalmente afectada, emocional y espiritualmente; daño que se acrecentaba cada día más, con la relación en mi matrimonio que estaba al borde del colapso, pero de esas dificultades se valió Dios para llevarme a la comunidad de oración a la que todavía hoy pertenezco. Empecé a asistir tratando de reparar mi matrimonio y allí, por primera vez, pude experimentar en mi corazón “El Amor Misericordioso de Dios”. No podía parar de llorar, tenía el corazón quebrantado por lo que sentía; no era un llanto de tristeza o de dolor, sino un llanto sanador. Es algo incomparable, inexplicable; es sentir la dulzura de Dios en el corazón, un sentimiento que quema y llena de alegría, que restaura el alma, que te deja extasiado y convencido de que hay alguien que verdaderamente te ama; el Amor que llena los vacíos, amor que me marcó para toda la vida y es que, para entenderlo necesariamente hay que vivirlo.

Así mi vida fue “Rescatada por el Amor Misericordioso de Dios”. Amor que me ha ido transformando y con sus manifestaciones gloriosas cada vez, me cautiva más y más, y me dio la valentía de dejar atrás ese mundo de oscuridad.

Hoy por hoy soy laica consagrada, con los votos de castidad y obediencia, y doy testimonio de la plenitud recibida en el alma después de haber hecho esta consagración. Siento en mí el llamado permanente a evangelizar y a servir a Dios, a tiempo y a destiempo, conquistando almas para el Reino de los Cielos.

En mi vida ya no hay marcha atrás, en el Amor Misericordioso de Dios “encontré lo que necesitaba”.

 

– Kenia Tabar.

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