En una reciente misa en memoria de un ser querido, el sacerdote eligió centrar su homilía en Isaías (38, 1), un versículo que dice: “En aquellos días, Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él Isaías, hijo de Amoz, y le dijo: Así dice el Señor: ‘Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás’.” Al escuchar estas palabras, hice una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y, en particular sobre la importancia de poner nuestra casa en orden; no solo en el sentido físico, sino también espiritual y emocional. Este mensaje, aunque impactante, es profundamente relevante para nosotros como jóvenes católicos.
La enfermedad de Ezequías nos recuerda que la vida es frágil y que todos enfrentamos momentos de crisis. En nuestra juventud, a menudo nos sentimos invulnerables, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Sin embargo, la realidad es que la vida puede cambiar en un instante. La invitación a “ordenar nuestra casa” nos lleva a considerar cómo estamos viviendo cada día, y cómo estamos preparándonos para el futuro.
El llamado a poner la casa en orden implica una serie de acciones y reflexiones. Primero, debemos preguntarnos: ¿cómo están nuestras relaciones? La familia, los amigos y la comunidad son esenciales en nuestra vida. En Mateo (5, 23-24), Jesús nos enseña sobre la importancia de reconciliar nuestras diferencias antes de presentar nuestras ofrendas a Dios. Este es un recordatorio de que nuestras relaciones interpersonales deben estar en armonía. Si hay conflictos, es momento de buscar la paz.
En segundo lugar, ordenar nuestra casa también se refiere a nuestra vida espiritual. Es fundamental examinar nuestra relación con Dios. ¿Estamos dedicando tiempo a la oración, a la lectura de la Biblia y a participar en la comunidad de fe? La vida espiritual requiere atención y esfuerzo, y es fácil descuidarla en medio de las exigencias diarias. En el Salmo (139, 23-24), el salmista pide: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.” Este tipo de examen personal nos ayuda a identificar áreas que necesitan sanación o reconciliación.
La frase “porque morirás y no vivirás” tiene un significado urgente. Nos recuerda que la vida es temporal y que debemos vivir de manera consciente. Esta urgencia puede llevarnos a reflexionar sobre nuestras prioridades. ¿Estamos persiguiendo cosas que realmente importan, como el amor, la fe y la comunidad, o nos estamos dejando llevar por distracciones y cosas pasajeras?
El apóstol Pablo nos anima en (Efesios 5, 15-16): “Miren, pues, con diligencia cómo andar; no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Este pasaje subraya la importancia de ser intencionales en nuestras acciones y decisiones. Cada día es una oportunidad para acercarnos a Dios y a los demás, y no debemos dejar que esos momentos se desperdicien.
En la historia de Ezequías, después de recibir el mensaje de Isaías, el rey se vuelve a Dios en oración y llora amargamente. Este acto de humildad y súplica resulta en una respuesta divina: Dios le concede 15 años más de vida. Este momento resalta el poder de la oración y la posibilidad de renovación.
No importa cuán desordenada
esté nuestra «casa» siempre
hay oportunidad para la conversión
y para volver a empezar.
Como jóvenes, a menudo nos enfrentamos a desafíos y errores. La buena noticia es que siempre podemos volver a Dios. En (1 Juan 1, 9) se nos promete: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” Esta promesa nos da esperanza y nos recuerda que no estamos solos en nuestra lucha por poner nuestras vidas en orden.
Poner nuestra casa en orden no es un proceso que debamos enfrentar solos. La comunidad de fe es un recurso vital. Compartir nuestras luchas y éxitos con amigos y mentores puede ofrecer una perspectiva valiosa y el apoyo que necesitamos. En (Gálatas 6, 2) se nos instruye a “llevar los unos las cargas de los otros, y así cumplir la ley de Cristo.”
Estar rodeados de personas que nos animen a crecer y a vivir de manera auténtica puede ser transformador.
En resumen, el mensaje de (Isaías 38,1) es un llamado poderoso a “poner nuestra casa en orden”. Como jóvenes católicos, debemos considerar nuestras relaciones, nuestra vida espiritual y nuestras prioridades. La urgencia de este llamado nos recuerda que la vida es preciosa y que cada día cuenta.
Al enfrentar las dificultades, tenemos la oportunidad de volver a Dios, pedir su ayuda y experimentar su gracia; pedirle que nos guíe para poder vivir con propósito y determinación, sabiendo que siempre tendremos la oportunidad de ordenar nuestras vidas en armonía con su plan.
-María Eugenia Read Toirac