Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen por Fray Diego Rojas, O.P.

abril 13, 2025

La Pasión del Señor, tal como la narra el evangelista San Lucas, nos conduce por un camino de traición, injusticia, sufrimiento y muerte. Es un relato lleno de humanidad, donde Jesús experimenta el abandono, la incomprensión y el dolor físico y espiritual. Sin embargo, en medio de este dolor indescriptible, surge una de las frases más impactantes del Evangelio: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23,34)

Estas palabras, pronunciadas por Jesús mientras sus manos estaban clavadas en la cruz y su cuerpo desgarrado por el sufrimiento, nos revelan la profundidad de su amor y la esencia de su misión. No hay rencor, no hay odio, no hay deseo de venganza. Solo hay misericordia. Jesús, en el momento más oscuro de su vida, extiende el perdón a quienes lo están matando. Este gesto, imposible desde una lógica humana, rompe todos los esquemas del mundo y nos invita a mirar la vida con los ojos del Evangelio.

En nuestra vida cotidiana, muchas veces nos cuesta perdonar incluso las ofensas más pequeñas. Guardamos resentimientos, nos cerramos al otro, justificamos nuestra dureza. Pero Jesús, en la cruz, nos muestra que el perdón no es debilidad, sino la fuerza más poderosa que existe. Él no solo predicó el perdón; lo vivió hasta el extremo.

La frase “Padre, perdónalos” también revela la ignorancia de quienes lo crucifican. “Porque no saben lo que hacen”, dice Jesús. No lo justifica, pero comprende su ceguera. ¡Cuánto necesitamos esta mirada hoy! Vivimos en un mundo herido, dividido, donde la violencia, el juicio rápido y el rechazo al diferente son frecuentes. Jesús nos enseña que, incluso cuando el otro parece nuestro enemigo, no debemos responder con odio, sino con compasión.

Al meditar la pasión según San Lucas, podemos preguntarnos: ¿Soy capaz de perdonar? ¿Qué heridas arrastro que aún no he sanado? ¿He pedido perdón por las veces que también yo he herido a otros, quizás sin saberlo? La cruz no es solo el lugar donde Jesús muere; es también el lugar donde el amor triunfa sobre el pecado y el perdón vence al mal.

Este perdón que brota del corazón de Cristo no es solo un ejemplo: es una invitación. Como discípulos suyos, estamos llamados a imitarlo. Perdonar no necesariamente significa olvidar, pero sí elegir no devolver el mal por mal. Es un camino de liberación, tanto para quien lo otorga como para quien lo recibe.

Jesús no espera a que sus verdugos se arrepientan. Él perdona primero. Ese es el corazón del Evangelio. Que esta frase de Jesús nos acompañe siempre, especialmente cuando nos sintamos heridos o tentados a cerrar el corazón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Que esta palabra de vida eche raíces en lo más hondo de nuestro ser, y que nosotros también aprendamos a perdonar como Él, a amar como Él, a vivir como Él.

 

– Fray Diego Rojas, O.P.

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