El 26 de abril de 2024, me hicieron una resonancia magnética y me diagnosticaron con aneurisma cerebral (ensanchamiento anormal en la pared de una arteria del cerebro). A partir de este diagnóstico, se me realizó una angiografía cerebral, para tener más detalles acerca de qué procedía, tomando en cuenta el resultado.
Al verificar el estudio, se percataron de que el aneurisma no cedería con tratamiento ni se podía remover con cirugía menor, pues era un caso poco común, totalmente atípico. La sugerencia del doctor fue operar lo más pronto posible, ya que corría el riesgo de morir si el mismo explotaba en mi cerebro. Yo, tranquila, dije “que se haga la voluntad de Dios”. Esta cirugía incluía un alto nivel de riesgo, sumado a un alto costo que no tenía forma de pagar.
Al cabo de varios días de pedir sanación al Señor, de colocar mi petición de oración en el grupo de amigos, familia, mi iglesia y la iglesia a la que pertenece mi hija; y luego de varios intentos de buscar asesoramiento, sin encontrar suficiente cobertura del seguro ni algún otro recurso que nos facilitara el procedimiento, el Señor utilizó dos personas para darnos luz y esperanza, en medio de tan crítica situación.
Ramona Lozano, una señora amiga de la iglesia, me compartió que estando en oración por mí, vio a un “cirujano operándome”; y María Elizabeth, una amiga con el don de profecía que asiste a la misma iglesia que mi hija Jennifel, le dijo que orando por mí el Señor le mostró “un bisturí sobre mi cabeza”, haciendo referencia en ambos casos al milagro de sanación, el cual creímos y eso trajo paz a nuestra familia.
Luego de un tiempo, fui a realizarme una nueva resonancia para confirmar científicamente lo que ya había creído en mi interior que Dios había hecho en favor de mi vida. Y he aquí que los resultados constataron el milagro. ¡La prueba evidenció que ya no tenía aneurisma cerebral!
¡Hoy estoy sana! Para glorificar el nombre de nuestro Señor y para anunciar la obra de sus manos, en favor de los que le temen. Y así como lo hizo conmigo, también por usted Él lo puede hacer. ¡Te doy gracias Señor mío y Dios mío, por tu misericordia y poder derramados sobre mí!
Espero que usted que me lee ahora, pueda también creerle y ver al Señor obrar un milagro en su vida. Dios le bendiga.
– Ramona Domínguez Luzón.