Fui educada en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, de Santiago de los Caballeros, con las hermanas Mercedarias de la Caridad y un gran grupo de educadores. Crecí con una fe firme, cargada de detalles hermosos en Jesucristo, una fe que no encontró tropiezos. Me reconfortaba siempre participar en todos los sacramentos de la Iglesia. No me consideraba particularmente mariana, aunque llevaba el nombre de Altagracia. No estaba consciente de este gran privilegio; pero al pasar de los años comencé a apreciarlo y a descubrir su amor en mi corazón.
Recuerdo que, en mi hogar, pasamos grandes sustos con nuestros hijos. Sin embargo, siempre sentí la presencia de Dios guiándonos. Cuando el mayor tenía 18 meses, por poco se ahoga en una piscina. También, cuando mi segundo hijo tenía 5 años, al levantarlo para ir a la escuela se quejó de un dolor de cabeza. Cuando vi que las medicinas no funcionaban, el Señor puso en mis labios las palabras para decirle al pediatra que mi hijo tenía meningitis. Acto seguido, me instó a ir inmediatamente a emergencias, donde me esperaba, y cuando lo vio, ya el niño estaba rígido. Gracias a Dios, fue sanado. ¡Qué grande es el Señor!
Así, tuve muchos episodios que constituyeron grandes sustos; pero que no tuvieron consecuencias irreversibles, siempre manifestando la presencia divina y la misericordia de Dios. Mirando retrospectivamente, me doy cuenta de que, en cada una de estas situaciones, siempre estuvo presente la intercesión de su Madre, la Virgen de La Altagracia, cuya festividad celebramos en este mes de enero.
Ahora bien, fue durante el tiempo de la pandemia del Covid-19 que sentí la llamada de nuestra Madre Protectora, pidiendo oración. Inmediatamente llamé a dos amigas, Magacha y Mila, contándoles el mensaje. Así creamos el ministerio «De María a Jesús» para rezar el Santo Rosario por la plataforma Zoom. En estos cuatro años transcurridos han sido muchas las manifestaciones que nos hacen creer en la intervención de nuestra Madre espiritual. Por ejemplo, cuando sentimos incorporar a los niños en la celebración del centenario de la coronación de la Virgen. La verdad sea dicha: los momentos más divinos y de conversión acontecieron a través de estos niños.
En junio del 2021, recibí la sorpresiva llamada de Julio César Castaños, invitándome a participar en la comisión para la conmemoración del centenario de la coronación de nuestra Virgen de La Altagracia. Ahí continuó ella manifestándose en mí, encaminando acciones para que miles de creyentes y devotos marianos abriéramos los caminos para que María pudiera hacer su trabajo, como nuestra Madre e intercesora por excelencia, llegando a más y más corazones.
Todo ese transcurrir del Año Jubilar y del centenario ha sido sumamente inspirador, pues confirmamos lo arraigada que está «Tatica» en el ADN de los dominicanos. Siempre digo que es un estandarte no solo espiritual, sino cultural, histórico y político. Es, sin dudas, un elemento palpable de la dominicanidad.
Trabajar con Mons. José Dolores Grullón, como presidente de la comisión, ha sido un regalo de Dios. Su humildad, santidad y capacidad de trabajo fueron claves para nuestra entrega y para la ejecución de lo que la Virgen quería de nosotros. Realmente sentimos su presencia en todo el proceso.
El 15 de agosto del 2022, celebramos el centenario de su coronación, lo cual constituyó una tarea titánica que, junto a ella, el clero, los miembros de la comisión, todos los colaboradores y patrocinadores, logramos concluir con éxito apoteósico, reuniendo en el Estadio Olímpico, de Santo Domingo, unas 70,000 personas. Recibimos la visita por 24 horas del icono de la Virgen, desde la basílica de Higüey, honrada en cada segmento de su estadía, llevando al mundo el mensaje de que somos un pueblo de fe, y que contamos de verdad con la protección de «Tatica».
Recuerdo que, en medio de la algarabía de la entrada de la imagen de la Virgen, Lidia Acosta de Rodríguez me invitó a subirme al vehículo que desplazaba la venerada imagen. Les cuento que mi emoción fue inconmensurable: vivir su cercanía, sentir las reacciones que producía en la multitud al desfilar entre ellos… Fue verdaderamente impactante, emocionante y muy gratificante. Esclarecía toda la intención de la Madre cuando nos movía en cada etapa de la organización. Sin dudas, perdurará siempre como uno de los momentos más inolvidables de mi vida.
Este centenario destacó los valores de la paz y la solidaridad, dones que los dominicanos llevan en su corazón y buscan proyectar hacia el mundo. La conmemoración también fue un llamado a renovar la fe y a reafirmar el compromiso de cuidar unos a otros, tal como una madre cuida a sus hijos. Fue una ocasión para reafirmar lo ya expresado: la profunda conexión entre la identidad nacional y la espiritualidad, mostrando cómo la Virgen de La Altagracia no solo es una figura religiosa, sino un símbolo de fortaleza, esperanza y protección para toda la nación.
Actualmente, desde la Comisión Nacional Unidos por la Altagracia y las Damas de La Altagracia, seguimos llevando el mensaje de nuestra Madre, abriendo caminos, puertas y corazones para que ella pueda hacer su obra en cada uno de nosotros, intercediendo siempre ante su Hijo Jesús. Las consagraciones, dos veces al año, y la Virgen Peregrina en los hogares están haciendo maravillas. Pronto se anunciará la inauguración del Templo a la Altagracia en Hoyoncito, Hato Mayor, donde apareció el lienzo de nuestra Virgen de La Altagracia.
Sin dejar de reconocer la importancia y lo que representa el venerar a nuestra Madre María, en tantos países del mundo con sus distintas advocaciones, los dominicanos nos consideramos un pueblo privilegiado de contar con la magistral intercesión de nuestra Madre de La Altagracia, advocación que representa la Sagrada Familia y que es nativa nuestra, considerada la «Madre Protectora y Espiritual del Pueblo Dominicano». Es una figura que acompaña tanto en momentos de alegría como en tiempos de adversidad. Su presencia invita a todos a vivir con humildad, amor y empatía, a cuidar a los demás y a tener fe en que las pruebas pueden superarse con esperanza y oración.
En el contexto del Jubileo 2025, dedicado al tema «Peregrinos de la Esperanza», la Virgen de La Altagracia inspira al pueblo dominicano, e invita a todos los demás pueblos a profundizar en su fe y a fortalecer la esperanza en tiempos de desafíos. Este jubileo es una oportunidad para renovar el compromiso con los valores cristianos y trabajar juntos por un mundo más humano y próspero.
Que podamos alcanzar e inspirar a niños y jóvenes para que conozcan y se maravillen de la bendición de caminar con el amor, la intercesión y la gracia de nuestra Madre María. Ella, en esta y las demás advocaciones, nos lleva directo a su Hijo Jesucristo.
– Sonia Villanueva de Brouwer