Cultivando la Vida Interior por Sor María Teresa López C.

septiembre 1, 2022

¿Por qué a muchos les pasa el sentir la felicidad como algo pasajero, que viene y se va rápido y que la rutina del diario vivir (donde hacemos lo mismo una y otra vez) nos envuelve en una pesadez y falta de ánimo? ¿Por qué tantas veces, después de una fiesta, de un compartir con amigos, nos podemos sentir más solos y vacíos?

¿Qué pasa?
La respuesta es que quizás estamos viviendo una vida a medias, donde no hemos descubierto una parte de nuestra vida que es muy importante, o quizás no la hemos desarrollado.

Y esa parte de nuestra vida se llama: Vida Interior. Y pudiéramos preguntarnos: ¿vida interior? ¿Y eso no es para sacerdotes, monjas, gente santa o algo así?
Pues no, la vida interior es para toda persona, para todo ser humano, o sea, que es para nosotros.

Echando un vistazo a lo que es la vida interior y mirando cómo podemos desarrollarla y cultivarla, desde la realidad en la que vivimos o desde la realidad en la que la gran mayoría de las personas está viviendo: personas súper ocupadísimas, súper agobiadísimas, y a veces súper frustradísimas; y aquí entran: padres, madres, abuelos, personas solteras etc.; es decir, que esto es para ti y para mí.
Lo primero es tomar consciencia de que tenemos una vida interior, mirar nuestro interior y adentrarnos en él.

En el versículo 6 del capítulo 6 del Evangelio según san Mateo, el Señor nos indica cómo adentrarnos: “Pero tú cuando ores, entra a tu habitación y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.”

¿Qué es lo primero entonces?
Entrar, entremos: es una decisión personal. El mundo y su cultura, y su vida rápida y superficial, simplemente nos empujará a vivir afuera y que nos dejemos arropar por la superficialidad mientras ocultamos, tras diferentes máscaras, nuestros vacíos y soledades.

Por ello, lo primero que debemos hacer, es tomar la decisión de entrar. Entremos a nuestra habitación. La habitación aquí no es un espacio físico, la habitación es nuestro ser interior, la profundidad de nuestro ser; somos la habitación. El lugar más real para encontrar a Dios, somos nosotros mismos

Luego el Señor nos dice: “cierra la puerta”.
Cuando vamos tener una conversación muy personal con alguien, generalmente cerramos la puerta. Cerrar la puerta es como decir: “Esto es entre tú y yo nada más, que se quede fuera todo lo demás”.¿Qué podemos ver en estas frases de: entra, cierra la puerta? Podemos darnos cuenta de que esto se trata de una relación, una relación íntima, profunda, personal.

Y de eso se trata la vida interior, de tomar consciencia de una relación que nos espera, nos llama. Se trata de una relación con Dios, de una relación personal, no con una idea sino con Alguien. Es el encuentro de un Tú y un Yo.

¿Y de qué relación estamos hablando?
No se trata de una relación rápida, de decir (de vez en cuando) alguna oración cuando estamos en apuros. O de ir a misa los domingos, mirando el reloj cada dos minutos, o de hacer la señal de cruz cuando pasemos frente a una iglesia.

No es el tipo de relación como la que tenemos hoy en día, donde estamos hablando con alguien y mirando el celular al mismo tiempo; donde realmente no le estamos poniendo atención ni a lo uno ni a lo otro.

No es ese tipo de relación a la que la vida interior nos adentra. La relación de la que se trata: “el entrar en tu habitación y cerrar la puerta” es una relación profunda y real. Y es esta relación la que le da sentido y propósito a nuestra existencia.

La Vida Interior trata de esa relación, la relación más importante de nuestra vida; porque es esa relación la que le va a dar vida, fuerza a todas las otras relaciones de nuestras vidas, las relaciones familiares, de esposos, de amistades, etc., todas ellas se sostendrán y crecerán desde la realidad de nuestra vida interior.

La Vida Interior es ser conscientes, estar despiertos a la realidad de nuestra relación con Dios y desarrollarla dentro de nosotros. Siguiendo con Mt. 6, 6, nos dice que luego de entrar y cerrar la puerta: “Oremos al Padre”.

Es en esta relación íntima con Dios donde lo vamos conociendo como Él es, y Jesús nos dice: Ora a tu Padre, nuestro Padre.

Nos dice que cuando entremos en nuestro interior nos encontramos con el Padre, nuestro Padre. Y ¿de qué nos damos cuenta al relacionarnos con Él? De que Él nos trata como sus hijos(as).

Entonces, nos vamos conociendo como sus hijos(as). Nos vamos conociendo nosotros mismos, en nuestra verdadera identidad de hijos(as).

La Vida Interior es clave para conocernos en nuestra verdadera identidad, comprenderla y vivirla. En ese mundo interior nos encontramos con nosotros mismos y con Dios. Empezamos a conocer quién es Dios, como nuestro Padre, y quiénes somos, como sus hijos(as). La relación se apoya en esa realidad.

Y nos sigue diciendo Jesús que ese Padre está en lo secreto y ve en lo secreto. Cuántas cosas para nosotros están sin explicación. Muchas veces ni nos entendemos nosotros mismos y nos sentimos frustrados buscando comprensión o alguien que en verdad nos entienda.
Lo cierto es que, al entrar en nuestro interior y cerrar la puerta, y encontrarnos con nuestro Padre que siempre está allí, seremos plenamente comprendidos, plenamente aceptados, plenamente conocidos, plenamente amados por ese Dios, nuestro Padre.

Para Él, que nos formó en lo secreto, salmo 139, no hay nada de nosotros que Él no sepa, que Él no entienda, que Él no comprenda, que Él no ame. Las áreas del corazón donde guardamos los secretos de: nuestras heridas, frustraciones, vacíos, pérdidas, dolor son visitadas por Él; Él nos sana, nos restaura y nos devuelve constantemente nuestra dignidad de hijos(as), en quienes Él se complace.

Y donde está el Padre, está el Hijo, y es por medio del Hijo, de Cristo, que toda esta vida interior se realiza. Él es el camino que nos lleva hacia dentro, Él es la vida que vivimos dentro. Caminemos con Él hacia nuestro interior y cerremos la puerta, y profundicemos en la relación de amor que allí nos espera.

 

Sor María Teresa López C.

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