«Una Hostia encarnada en un niño de 11 años» por Iván Diaz.

Por , junio 14, 2021

Era el mes de febrero del año 1995, cuando la profesora Santa Ruiz empezaba a dar las catequesis a las 3:00 de la tarde. Recuerdo que el libro que se utilizaban para dar las catequesis tenía la foto del corazón de Jesús. Cuando llegó el momento de la práctica para la ceremonia fue el primer día que probé la hostia, era sin consagrar. Le pregunté al primero que la recibió qué sabor tenía y me respondió que sabía a arroz crudo, niños al fin.

Después llegó el día para recibir el Sacramento de la Reconciliación por primera vez. Entre los sacerdotes estaban el P. Florencio Landa, P. Eliseo Tejeda y P. Ángel Antonio Pérez Rosa. Mis compañeros de clase y yo teníamos miedo porque no sabíamos qué decir y además, el principal miedo era que nos tocará al Padre Florencio, el director del colegio en ese tiempo, pues teníamos que contar las travesuras que hacíamos en el curso.

Llegó el gran día, era la festividad de Corpus Cristi. Llegué temprano a la misa con mi madre, mi hermano mayor y un amigo que invite que vivía en el barrio. La parroquia estaba llena de personas. Recuerdo a la profesora Gloria Hernández organizándonos en nuestros asientos.

En el momento de que yo recibí el cuerpo y la sangre de Cristo fue como si algo se me clavara dentro de mi corazón, como si la hostia se hubiese encarnado dentro de mí. Sentí una paz como pocas veces la he sentido en mi vida.

Le dije a mi madrina lo que me estaba pasando y me dijo: «no te preocupes mi hijo, que es Jesús que está en tu corazón».

Con el pasar de los años me interesó con saber cosas de la liturgia de la Iglesia y yo me sorprendía como yo fácilmente aprendía sin mayor esfuerzo. Luego fui monaguillo donde en ese tiempo desarrollé más el amor a la misa y a las cuestiones litúrgicas. Después de 25 años de haber recibido a Jesús Eucaristía por primera vez me defino como un hombre eucarístico. Cuando no recibo a Jesús los domingos me siento vacío, como si en mi propio corazón faltara algo, me siento anémico espiritualmente. Desde entonces, la eucaristía ha sido mi mayor fuente de vida en mis momentos de fragilidad, material y espiritual.

Doy gracias a Dios por este Sacramento que el mismo Jesucristo lo instituyó para quedarse entre nosotros. Les recomiendo que se acerquen más a la eucaristía para que vean los frutos duraderos se fortalezcan en momentos de fragilidad.

Este testimonio fue escrito para que sepan que Jesús está ahí: en el Santísimo Sacramento del Altar.

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